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CATEDRAL DE VALLADOLID


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La catedral vallisoletana en un monumental edificio famoso por su calidad de «proyecto inconcluso», de templo grandioso impulsado por un rey aficionado a los proyectos colosales –Felipe II– y diseñado por su arquitecto de cabecera –Juan de Herrera– pero que las vicisitudes, los aconteceres de la Historia y, sobre todo, la falta de dinero dejaron reducido a un mínima parte: la que hoy sobresale con su fachadas blanquecinas en el corazón histórico de la ciudad.

Fachada lateral de la catedral de Valladolid. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Fachada lateral de la catedral de Valladolid. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Su entorno conforma uno de los núcleos monumentales de Valladolid. Merece mucho la pena el Museo Diocesano ubicado en su interior, ocupando los pocos restos que quedan de la anterior colegiata. También las espectaculares vistas que se disfrutan desde lo alto de la torre, a 70 metros de altura. Se llega por un ascensor interior. Las entradas se sacan en el Museo Diocesano o la Oficina de Turismo. Cierra los lunes.

La historia de la construcción del templo arranca en 1527 cuando se ve la necesidad de que la ciudad contara con un templo a la altura de una ciudad que ya se había convertido, de hecho, en el lugar donde más tiempo pasaban los reyes. Comienza entonces un largo proceso constructivo en medio del cual, en 1595, Valladolid pasará a convertirse en sede episcopal. En ese largo proceso convivieron durante mucho tiempo la antigua colegiata que existía en ese lugar con la catedral que se estaba comenzando a levantar. Sin embargo, los problemas económicos que dejaron la catedral inconclusa provocaron que al final muchos elementos de la colegiata se reutilizaran en el nuevo proyecto. Esa es la razón principal de que ruinas y catedral formen en esta zona una extraña amalgama a veces difícil de interpretar.

Catedral de Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego

Hacia 1580 Juan de Herrera, por encargo directo de Felipe II, remataba los planos de un templo catedralicio de una grandiosidad apabullante, como correspondía con una de las principales ciudades del reino. El proyecto contaba con tres grandes fachadas, cuatro torres y un amplio claustro. Pero las dificultades económicas que se vivieron en el siglo posterior dieron al traste con la idea inicial y lo que hoy puede verse es sólo una pequeña parte del templo imaginado por Herrera. De los dos cuerpos que hoy se aprecian en la fachada, el inferior corresponde al proyecto de Herrera mientras que el superior, con el gran hastial sobre la puerta, fue realizado por Albero Churriguera en 1729. A la izquierda del templo se ve el arranque de la torre que acabó por derribarse en 1841 debido a los desperfectos que sufrió con el terremoto de Lisboa de 1755.

 

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